En un principio, jamás oculté mi afán, de referirme a nuestro país como una flor que apenas era vista o cuidada por aquellos que la veían.
A lo largo de este curso, pude percatarme de que aquella visión, no podía ser más errónea.
México es apenas una semilla, semilla que ha caído de un glorioso árbol, más grande que cualquier otro, que a su vez vino de una misma semilla y cuyo ciclo de vida se ha repetido generación tras generación a lo largo de los siglos. Algunas generaciones (o arboles) más gruesos, más fuertes, más estables, más longevos que otros.
De aquí soy, de aquí no me muevo, así me caiga un millón de veces.
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