sábado, 12 de abril de 2014

Evidencia y reporte de lectura al texto “Revolución y revelación”, del libro “El Alma de México”



Carlos Monsiváis, una vez más y en calidad de no presente en este mundo, asesta en otro de sus textos para la posteridad. La revelación de la que habla, para este capítulo, es tema de conclusión en cuanto  al fenómeno cultural que se dio a principios del siglo XX en México tras el estallido de la revolución mexicana. Sin embargo, incluiría yo, el origen de la movilización social que Monsivaís a partir de 1911 tras el derrumbe de la dictadura de Porfirio Díaz, queda corto respecto a la otra movilización social, la cultural, que a mi muy humilde punto de vista, no es sino a partir de dos años antes, en 1909, con la creación el Ateneo de la Juventud, aquella asociación culturalmente revolucionaria y conformada por jóvenes prometedores quienes criticaban los modelos tradicionales y rígidos de estudio que el positivismo de Díaz regía sobre instituciones educativas del país. Y no sólo cuestionaron aquello, también proponían una serie de nuevas estrategias y nuevos paradigmas culturales como el tema de las humanidades en la educación. Poesía, música, artes plásticas del arte moderno, entre otras tendencias, era parte de la reivindicación cultural en un país que exigía despertar, revelarse.

“Una gran metamorfosis cultural”, sostiene Monsivaís con sumo acierto. Aquel era el oxígeno que personajes como Vasconcelos, Diego Rivera, entre otros miembros del Ateneo, intelectuales y artistas querían para México; en 1911 el país sufriría de incertidumbre, sin embargo la apuesta ya se había hecho, la meta era revolucionarlo todo.


No existe otro personaje histórico de México más apropiado para destacar como fundador de ese sentir de revelación y revolución; Vasconcelos y su texto, “Raza cósmica” es sin lugar a dudas el mejor ejemplo de revelación, “del triunfo del espíritu”, que cita Monsivaís al referirse al mismo personaje que menciono. Vasconcelos iría lejos con su texto tras destacar que la raza mestiza, esa raza de bronce de México, es decir, los mexicanos, era una raza prometedora, ideal, y eso, cósmica.

Y sí, esa era la conclusión a la que llegó el grupo de jóvenes de tan mencionado ateneo, el nacionalismo que más tarde el obregonismo, maximato y el cardenismo le aplicaron al país como forma de gobierno y reivindicación social sería promovido por personajes como Vasconcelos, Rivera, Siqueiros, entre otros a quienes Monsivaís refiere como los “interlocutores de la sociedad mexicana y en alguna medida de la internacional”. Que por cierto, es para destacarse que efectivamente el discurso de aquellos interlocutores no limitaba en México; Siqueiros y Rivera pintaron muchas obras fuera de México y el mensaje era claro: Unirnos todos.


Hoy en día, aquel nacionalismo parece absurdo, tan  sólo un sistema más de gobierno para el control del pueblo. Hoy en día los pensadores más románticos y visionarios de México, como Vasconcelos, son recordados entre claroscuros y promovidos como eso, los más románticos de México. En lo personal, creo en los héroes de la sociedad, y aquellos quienes antes de la parafernalia del nacionalismo mexicano, tienen un lugar heroico en mí. El texto de Monsivaís cita tan sólo unos cuantos que creyeron en esa metamorfosis cultural, faltarían muchos más, pero lo que no faltó fue atinar en la fe que aquellos mexicanos, desde temprana edad, tuvieron en su país. Y eso es heroico.

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