miércoles, 12 de diciembre de 2012

Conclusiones


En un principio, jamás oculté mi afán, de referirme a nuestro país como una flor que apenas era vista o cuidada por aquellos que la veían.

A lo largo de este curso, pude percatarme de que aquella visión, no podía ser más errónea.

México es apenas una semilla, semilla que ha caído de un glorioso árbol, más grande que cualquier otro, que a su vez vino de una misma semilla y cuyo ciclo de vida se ha repetido generación tras generación a lo largo de los siglos. Algunas generaciones (o arboles) más gruesos, más fuertes, más estables, más longevos que otros.

México tiene, no solo el suelo, no solo el agua, no solo el sol, no solo los nutrientes para un día crecer y ser el árbol más estable, de más frutos, y el más fuerte, si no también las raíces que nos dejan un mensaje indiscutible sobre nuestra herencia: 

De aquí soy, de aquí no me muevo, así me caiga un millón de veces.


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