México es
para mí la mayoría de los caminos que he recorrido desde mi infancia, son
muchos los lugares de geografías exuberantes, accidentadas, selvas tropicales,
grandes extensiones de bosques (que lamentablemente están desapareciendo), ha
sido descubrir los idílicos vestigios de
civilizaciones ancestrales a quienes debemos nuestros orígenes, mis pulmones
han quedado impregnados del azul de sus mares
desde la península de Yucatán, el golfo de México y la costa del
Pacífico hasta llegar a la Baja California.
México ha sido para mí descubrir paisajes nunca antes imaginados de
una hermosísima magnitud pero a la vez
también ha sido develar la cara que no se muestra, la pobreza que ocultan, esa
cara que para la mayoría de los mexicanos es bien conocida y asumida día a
día con el gesto de una profunda
tristeza, ha sido respirar la contaminación de sus ciudades, la espera
interminable en el tráfico de sus arterias, sentir la decepción de nuestros
gobernantes, de los políticos pero
también ese agrado poético de recorrer su historia a través de sus museos, galerías, de su
arquitectura, de sus jardines, también
significa entrelazar las manos de su gente, escuchar sus historias, leer a sus
escritores, admirarse de la producción artística, es andar con soltura en los barrios de Tepito,
de la colonia Guerrero, de Santa Marta Acatitla, de Ciudad Neza donde la gente
comparte la sonrisa, la solidaridad y sobre todo se contempla la fuerza, la
voluntad de salir adelante en contra de
toda adversidad.
No me parece
acertado puntualizar en los gestos humanos propios de la pobreza, allí dónde se
engendra la violencia, el desamparo, la sin razón, el aniquilamiento del
prójimo, la vorágine que aniquila todas las cualidades nobles del ser humano,
no sin antes tratar de entender que ello en gran medida ha sido el resultado de
la codicia, el poder de unos cuantos sobre la mayoría, ese enajenamiento por
las riquezas a costa de quien sea y como
sea, ser mexicano es vivir la injusticia, la hipocresía, la multitud que
aplasta, el ajetreo y a la vez la
contemplación, la sorpresa, la inquietud de existir, de correr, de gritar y
elevar así el espíritu, no basta ser
heredero por nacimiento de la vasta cultura que nuestro pueblo ha forjado, es
necesario estar consciente de ello y asumir responsablemente una
participación en la continua
construcción de nuestro país.
México es
para mí la posibilidad de despertarme un
día en su capital y escuchar gritar al señor que vende tamales, al que compra
chatarra, al que vende el gas, subir al metro
y bajarme en la estación Bellas Artes para conocer la obra ya sea de
Botero, Siqueiros, Edvard Munch, Javier Marín, Eduardo Chillida, etc. también
es andar en bicicleta quitado de la pena
por todas sus calles, andar feliz de pata de perro por la Roma, Condesa,
Juárez, el centro, etc. y un día de
verano despertarme en Mexicali con su abrazador calor y su clima artificial e ir a aprender a su universidad a través de sus maestras y
maestros la gran cultura de nuestro país y la historia del mundo, de conocer
gente arraigada a sus raíces, gente
cordial, tolerante y dispuesta a escucharme y ser escuchado, contemplar los
rojizos atardeceres que se desvanecen en el horizonte, sentir la tierra
dividida por un cerco metálico, hablar dos idiomas, jalar para Tijuana, San
Felipe, Tecate, Calexico, San Luis Rio Colorado, escuchar la cálida voz de La Rumorosa que me recuerda
día a día lo grandioso que es ser mexicano.
