viernes, 2 de mayo de 2014

Renacimientos y rupturas; hay para más.

Renacimientos y rupturas; hay para más.
Ensayo y conclusión de tercer periodo.

Pues bien, hemos hecho un recorrido por las lecturas Revolución y revelación, y, Herencia viva, del interesantísimo libro El Alma de México.  Nuestro siglo XX, ese que llamaron “El renacimiento mexicano”, el mismo que mudó su piel tricolor -a partir de la ruptura- a una piel más trágica y realista, hoy vive en nuestros suelos. México insiste en no privarse de la nostalgia del patriotismo pero a su vez reniega, una y otra vez, de su obvia esclavitud a lo mexicanista.

Aún quienes, en su momento de ruptura y cambio de rumbo ideológico, no se abstuvieron de remitir símbolos, colores, sabores y sentires en relación con el México lindo y querido, lo cual lo hace irónico. Mayor aún, el caso de artistas, creadores y personajes quienes a pesar de no haber nacido en México y de adoptar a los tiempos contemporáneos como bandera, como es el caso de Vicente Rojo por ejemplo, no dejaron de coquetear con signos, temas y conceptos del popular nacional; ni hablar de mexicanos como Cuevas; renegones pero listos para el viva México. Lo cual no significa que sea signo de reproche, sino de todo lo contrario, admiración por el poder seductor de lo mexicano alrededor del colectivo, o los colectivos radicados en este país.

Cabe destacar que, esa reivindicación social que surge a partir del periodo de Obregón; ese nacionalismo que mató “dos pájaros de un tiro”, primero la reintegración de la ciudadanía y segundo con su “todos jalamos parejos” en la cuestión institucional del sistema de gobierno, fue el origen del nacionalismo moderno y el éxito de vastos creadores en el ámbito artístico que creyeron en tal proyecto. La lista es larga y los gremios vastos. Podemos hablar de música clásica, citar a Carlos Chávez y sus alumnos, Revueltas, Moncayo, entre otros. Podemos hablar del fulgor por la antropología indígena y mencionar a Antonio Caso. Podemos también encontrar un sinfín de literatos. Qué decir de los plásticos, quienes se disputaban el cómo y dónde interpretar los sentimientos (modernos) de la nación mediante herramientas y aptitudes que las vanguardias presumían en otras partes del mundo. Interconexión no es un término reservado para el siglo XXI; a principios del XX era tema cotizado en las mentes de quienes más tarde serían reconocidos como lo más valioso e “in” en lo que ha destacado México en el mundo del arte, y valga la redundancia, del mundo. El muralismo mexicano, por ejemplo.

Sin embargo, habríamos de entender que aquello no sucede únicamente por contexto, sino también por circunstancia. La reacción al positivismo que Don Porfirio Díaz instauró en la educación y la aplicación de las ciencias en México quedó determinada en los jóvenes mexicanos que, volteando a ver lo que ya sucedía en otras partes del mundo desde finales del XIX, criticaron la rigidez de tal modelo y propusieron a las artes y las ciencias desde una mirada humanista. Aquellos jóvenes, como ya he mencionado, dieron como resultado el grupo del Ateneo de la Juventud e hicieron oficial la semilla del rompimiento. Lo cual resulta irónico que más tarde un movimiento llamado “La ruptura” habría de, eso, romper con los mismos.

Por lo tanto, contexto y circunstancia llevan al éxito de tan mencionado renacimiento mexicano.
Por otro lado, vale la pena hacer un flashback y una concatenación de tiempos para ver sobre qué estamos hoy parados, y encontrar esos paralelismos, así como el rescate de signos ya caducos o abandonados, como por ejemplo en la plástica de los nuevos creadores mexicanos se remiten técnicas del realismo con temática social; imposible dejar de ver un Siqueiros “detrás de cámara” preocupado por la realidad social pero también por la técnica plástica, en esa nueva obra que apreciamos en, por ejemplo, el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC)

En fin. México, no dejará de tener las mismas necesidades y problemas. Nadie debe ignorar que somos un pueblo colonizado en mente, suelo y “modus vivendi”, por lo tanto llevamos con nosotros las mismas disputas que un origen de encontronazos culturales provocó.  Renacimientos y rupturas hay para más, seguirán volviendo a la mesa de discusión, pero caso curioso, el verde, blanco y rojo, con un águila embravecida, será parte de la decoración de la mesa y estará ahí, erguida nuestra banderita de escritorio de oficina, remitiendo que por sobre todas las cosas: Viva México.


viernes, 25 de abril de 2014

Circunstancias diferentes.

Circunstancias diferentes.

Reporte y opinión del texto “Herencia Viva” del libro “El alma de México”.

Pienso ahora que, ese “renacimiento mexicano”, el del movimiento cultural nacionalista posrevolucionario a partir de los años 20’s donde surge la fundación de la Secretaría de Educación Pública (SEP), el muralismo, y ya en los 30’s el flamante y no menos romántico nacionalismo de Cárdenas, resulta cuestionable. Y es que tal periodo de cambios fue intensamente criticado y hasta cierto punto descalificado en tiempos posteriores, y claro, circunstancias diferentes.  El afán de un gobierno posrevolucionario y los promotores culturales del periodo moderno como Vasconcelos, de inspirar a un pueblo cansado de enfrentamientos, portador de efectos traumáticos por tanta muerte y dolor ocasionado en la revolución no fue suficiente. La idea, la del seguir adelante para mejorar la economía y la reivindicación de la república y sociedad parecía mostrar desperfectos; resultó que el amor por lo nacionalista, sus símbolos y esencias no habrían de ser el motor para mejorar la sociedad mexicana; el pintor José Luis Cuevas, por ejemplo, se dedicó a sostener incansablemente lo anterior. Cuevas tituló aquello, en uno de sus escritos, como “la cortina del nopal”.

Inmaduro, es el estado que los contemporáneos, ya en circunstancias indiferentes, asimilaban del nacionalismo y lo que tal propiciaba, así como lo que no. Sin embargo, considero en lo personal, aquellos fueron muy duros contra sus maestros o anteriores actores del medio. Considero que, y volviendo a citar a Cuevas, este no fue amable en cuanto a su crítica puesto que en las tendencias modernas de tintes nacionalistas también había contemporaneidad. Por ejemplo, el caso polémico entre O’ Gorman VS Siqueiros y los murales de Ciudad Universitaria; O’ Gorman insistía en que "La pintura mural de Siqueiros en Ciudad Universitaria me parece una derrota de la pintura mexicana dentro del concepto que de ella se tiene en el mundo", mientras que Siqueiros replicaba criticando el mural de O Gorman e insinuando su mediocridad discursiva.

Los modernos debatieron, cuestionaron, teorizaron e innovaron, pero también no dejaron de ser partícipes e impulsores del proyecto de nación del gobierno; he ahí la severa crítica de Cuevas. Sin embargo aquello, pienso yo, se debió a meras circunstancias del contexto y de algo que ni siquiera el propio Cuevas, en repito, circunstancias diferentes, se ha podido resistir: convivir con instituciones.

Así como el aspecto institucional anterior, existen otros paralelismos entre modernistas y contemporáneos, como lo es el caso del extranjero que toma lo de allá como si se tratara de un suvenir y lo reinterpreta acá, en su país. Sin los viajes de Rivera y Siqueiros, así como Silvestre Revueltas o Carlos Chávez, estos no hubiesen generado sus discursos, obras y posturas tal cual se les conoce y reconoce hoy en día; lo mismo sucedió con los contemporáneos. Y es que lo importante detrás de esa aparente discordancia entre ambos periodos no radica en definir cuál fue mejor periodo, sino en sus ideales o modelos a seguir; tan sólo eso. Si los contemporáneos intentaron romper con sus antecesores debieron echar la mirada abajo y observar sobre qué estaban parados.

Hoy en día el paisaje es mejor, más claro, menos sectario. Hoy tenemos más apoyo a la cultura y las artes, hoy tenemos más cuidado de nuestra historia y sus patrimonios, que en tiempos modernos e inclusive contemporáneos no gestionaban como hoy, ni la sociedad sensibilizaba como hoy. Qué decir de la imagen; era el año del 68, tiempos ya contemporáneos, y los estudiantes estaban tan molestos que no les importó tomar asiento sobre las ruinas de Tlatelolco y sobre las mismísimas fachadas escultóricas como aparece en la parte derecha sobre el muro de la pirámide. Hoy es imposible de ver tal atrevimiento sin desesperar. Hoy son otras circunstancias; diferentes a las de los modernos y contemporáneos.
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sábado, 12 de abril de 2014

Evidencia y reporte de lectura al texto “Revolución y revelación”, del libro “El Alma de México”



Carlos Monsiváis, una vez más y en calidad de no presente en este mundo, asesta en otro de sus textos para la posteridad. La revelación de la que habla, para este capítulo, es tema de conclusión en cuanto  al fenómeno cultural que se dio a principios del siglo XX en México tras el estallido de la revolución mexicana. Sin embargo, incluiría yo, el origen de la movilización social que Monsivaís a partir de 1911 tras el derrumbe de la dictadura de Porfirio Díaz, queda corto respecto a la otra movilización social, la cultural, que a mi muy humilde punto de vista, no es sino a partir de dos años antes, en 1909, con la creación el Ateneo de la Juventud, aquella asociación culturalmente revolucionaria y conformada por jóvenes prometedores quienes criticaban los modelos tradicionales y rígidos de estudio que el positivismo de Díaz regía sobre instituciones educativas del país. Y no sólo cuestionaron aquello, también proponían una serie de nuevas estrategias y nuevos paradigmas culturales como el tema de las humanidades en la educación. Poesía, música, artes plásticas del arte moderno, entre otras tendencias, era parte de la reivindicación cultural en un país que exigía despertar, revelarse.

“Una gran metamorfosis cultural”, sostiene Monsivaís con sumo acierto. Aquel era el oxígeno que personajes como Vasconcelos, Diego Rivera, entre otros miembros del Ateneo, intelectuales y artistas querían para México; en 1911 el país sufriría de incertidumbre, sin embargo la apuesta ya se había hecho, la meta era revolucionarlo todo.


No existe otro personaje histórico de México más apropiado para destacar como fundador de ese sentir de revelación y revolución; Vasconcelos y su texto, “Raza cósmica” es sin lugar a dudas el mejor ejemplo de revelación, “del triunfo del espíritu”, que cita Monsivaís al referirse al mismo personaje que menciono. Vasconcelos iría lejos con su texto tras destacar que la raza mestiza, esa raza de bronce de México, es decir, los mexicanos, era una raza prometedora, ideal, y eso, cósmica.

Y sí, esa era la conclusión a la que llegó el grupo de jóvenes de tan mencionado ateneo, el nacionalismo que más tarde el obregonismo, maximato y el cardenismo le aplicaron al país como forma de gobierno y reivindicación social sería promovido por personajes como Vasconcelos, Rivera, Siqueiros, entre otros a quienes Monsivaís refiere como los “interlocutores de la sociedad mexicana y en alguna medida de la internacional”. Que por cierto, es para destacarse que efectivamente el discurso de aquellos interlocutores no limitaba en México; Siqueiros y Rivera pintaron muchas obras fuera de México y el mensaje era claro: Unirnos todos.


Hoy en día, aquel nacionalismo parece absurdo, tan  sólo un sistema más de gobierno para el control del pueblo. Hoy en día los pensadores más románticos y visionarios de México, como Vasconcelos, son recordados entre claroscuros y promovidos como eso, los más románticos de México. En lo personal, creo en los héroes de la sociedad, y aquellos quienes antes de la parafernalia del nacionalismo mexicano, tienen un lugar heroico en mí. El texto de Monsivaís cita tan sólo unos cuantos que creyeron en esa metamorfosis cultural, faltarían muchos más, pero lo que no faltó fue atinar en la fe que aquellos mexicanos, desde temprana edad, tuvieron en su país. Y eso es heroico.

martes, 12 de febrero de 2013

¿La historia verdadera de la conquista de la Nueva España: su autor Hernán Cortés ?


El historiador y antropólogo francés, Cristian Duverguer, profesor de la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París, acaba de arrojar una bomba en las tranquilas aguas de la historia de la literatura en español y en la percepción del pasado de españoles y mexicanos. En su libro, Cónica de la eternidad, fruto de 10 años de investigación y presentado el jueves en la ciudad de México, demuestra que Bernal Díaz del Castillo nunca pudo escribir La historia verdadera de la conquista de la Nueva España y que su autor no fue otro que el propio Hernán Cortés como señalan las pruebas reunidas. El cronista-soldado, el testigo crítico de la Corona y de la versión oficial de la historia, el viejo cascarrabias sentimental, obsesionado con la recompensa económica y el reconocimiento de su gloria, el gran periodista de la Conquista de México se desvanecería para dejar su lugar al conquistador. El bachiller de Salamanca, el aventurero renacentista, el señor de la guerra satanizado por la historia, se convertiría así en un líder humanista y, como añade Duverger, “en el verdadero fundador, como dijo Carlos Fuentes de Bernal, de la novela latinoamericana”.
Crónica de la eternidad, escrita como una investigación policial que hace su lectura amenísima –“decidí no enfocar mi mensaje para el mundo académico y sus polémicas sino para el gran público”-, va señalando paso a paso las incongruencias de la Historia verdadera que impiden que Bernal Díaz del Castillo sea su autor. Pero ¿cómo nadie reparó en ellas en todos estos siglos? Duverger responde: “Muchos dudaron, pero la fuerza de los esquemas mentales, de los prejuicios, los disuadió. Yo pertenezco a una escuela de historiadores que fomenta la duda cómo método. Y lo primero que me sorprendió es que Bernal abre su crónica diciendo “terminé de escribirla el 26 de febrero de 1568 en Santiago de Guatemala, sede de la Audiencia (de los Confines)…”, cuando la Audiencia en esos años estaba ¡en Panamá! Nadie revisó eso, ¿por qué mis colegas no lo descubrieron?”
Esa fue la primera pista, pero vendrían más. Por ejemplo, Díaz del Castillo, que hace gala en su crónica de gran intimidad con Cortés durante la Conquista, no es citado por éste en ninguna de sus Cartas de relación ni aparece en ninguna lista de la época de los poco más de 500 hombres que le acompañaron; comienza a escribir a los 84 años lo que sería un caso portentoso de memoria; lo hace para enmendar la plana a la supuesta versión oficial de fray Francisco López de Gómara, pero suHistoria de la conquista de México publicada en Zaragoza en 1552 fue prohibida por la Inquisición al año siguiente y jamás viajó a América; presume de ser un soldado raso pero despliega una gran erudición con citas de clásicos griegos y latinos o de la Biblia impensables en alguien de su condición.

Además, sostiene el historiador francés, un análisis del estilo de la crónica revela que su autor estaba impregnado de prosa latina y construcciones propias del náhuatl, que solo alguien como Cortés, según Duverger, fascinado con México e “inmerso en un proceso de mestizaje pudo dejar que penetraran en su manera de escribir en castellano”. Dos características que coinciden con las Cartas de relacióndel conquistador.
Duverger va eliminando candidatos a la autoría entre la docena de compañeros de Cortés que sabían leer y escribir –ninguno pudo ser testigo de todo lo relatado- hasta toparse con el conquistador. Crónica de la eternidad, una segunda parte deCortés, la biografía más reveladora, publicada también en México por Taurus en 2010, comienza a desvelar el misterio al entrar en los años finales de éste cuando vuelve a España, un periodo al que se ha prestado poca atención.
Frente a la idea tradicional de un Cortés aislado y perdedor, el historiador se centra en la etapa (1543-1546) que pasó en Valladolid y descubre a un hombre intelectualmente muy activo, que organiza en su casa una academia en la que se dan cita los notables de la ciudad y se discute sobre temas como “el cronista y el príncipe” o “la historia oral y la historia documentada”.
En esos años, asegura Duverger, es cuando el conquistador, que ha visto cómo todas sus cartas al emperador Carlos V “no solo han sido prohibidas sino también quemadas en plaza pública” en 1527, concibe su plan. “Cortés decide que su público es el futuro. Está orgulloso de lo que hizo y es consciente de que la marca que el hombre deja en la tierra es más fugaz que los libros. Si la Corona quiere matar su memoria, borrarle de la historia, él sabe que su aliada es la posteridad”.
Cortés contrata a López de Gómara, a quien confía sus archivos para que escriba la historia oficial –en su testamento dejará dicho que se le paguen 500 ducados por el trabajo- al tiempo que él escribe sus memorias, “inventando al personaje del soldado anónimo con la libertad de un novelista”, dice el historiador, que subraya que la estructura de las dos obras es idéntica.
Cortés muere en 1547, la obra de Gómara es prohibida –“su poseedor corría el riesgo de pagar una multa altísima, equivalente al precio de 20 mulas”- y su manuscrito permanece oculto durante dos décadas. Pero la sublevación de los tres hijos de Cortes en México al frente de los herederos de los conquistadores contra las Leyes de Indias que amenazaban con confiscar sus propiedades en 1566 resucita el texto. La crónica escrita por Cortés viaja a América con intención de convertirse en el gran golpe de efecto que legitime la causa de los primeros criollos. La conspiración fracasa y los hijos del conquistador son detenidos y enviados al exilio. Antes, los hermanos envían “el documento a Guatemala, donde vive Bernal, uno de los pocos supervivientes de la Conquista” y cuya existencia está por primera vez documentada en 1544.
Su hijo, Francisco Díaz del Castillo, afirma Duverger, aprovecharía la oportunidad de mejorar su posición en sus pleitos “convirtiéndose en hijo de héroe”, haciendo modificaciones para incluir el nombre de su padre e incurriendo en flagrantes contradicciones “como criticar algunos párrafos de Gómara que nunca aparecieron en su versión dada a la imprenta” y que solo pudo conocer Cortés. El manuscrito sufriría algunas manipulaciones más hasta su definitiva impresión en Madrid en 1632 con el título que conocemos y la autoría de Bernal.
En la obra de Duverger, Cortés aparece como un héroe y Carlos V como un villano. “Para Cortés, el emperador es un personaje débil, que pasa el tiempo guerreando por Europa. No entiende que en plena era de las exploraciones, de la apertura de nuevas rutas comerciales, se desaproveche la oportunidad. Tras 15 años en Santo Domingo y Cuba, cuando entra en México instala una convivencia diferente a la de la Corona. Impone su visión mestiza y no la genocida que se ha practicado en el Caribe”.
“El México mestizo que conocemos hoy es producto de la visión de Cortés”, afirma el historiador, que espera impaciente la reacción del público de ambos lados del Atlántico a su hallazgo y sueña con que algún día la Historia verdadera se publique bajo el nombre de su verdadero autor: Hernán Cortés.
HERNAN CORTES

Huehuetéotl la pieza más grande de Teotihuacan.

 La escultura de Huehuetéotl, dios viejo o del fuego y dos estelas completas, así como el fragmento de otra, fueron localizados por los arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en la cúspide de la Pirámide del Sol, a 66 metros de altura de la estructura ubicada en Teotihuacan, estado de México.

La escultura de Huehuetéotl es la pieza más grande encontrada hasta ahora en la zona arqueológica, que junto con los otros objetos debieron decorar la cima del edificio piramidal hace unos mil 500 años, informó el INAH.

De acuerdo con el arqueólogo Alejandro Sarabia, las piezas se encontraron dentro de una fosa -de cuatro metros de ancho, 17 de largo y cinco de profundidad-, que data posiblemente de finales del siglo V o inicios del VI de nuestra era. El depósito fue parte del templo que los mismos teotihuacanos destruyeron en ese periodo; sin embargo, algunos elementos arquitectónicos se dejaron en su lugar original.

Añadió que la fosa fue excavada en tiempos prehispánicos para recuperar la ofrenda principal de la construcción, en un acto de desacralización y con el propósito de repartir su contenido en otros edificios públicos de la antigua ciudad.

Por su parte, la arqueóloga Nelly Zoé Núñez Rendón, también investigadora del Proyecto Pirámide del Sol, precisó que la poca profundidad a la que fueron halladas las piezas indica que cuando Leopoldo Batres consolidó la Pirámide del Sol, hace poco más de un siglo, únicamente cubrió la cima, sin antes haber excavado esta área.

La responsable de las excavaciones en la cúspide de la edificación destacó que los hallazgos destacan por su gran formato.

La escultura de Huehuetéotl, que se descubrió en 75 por ciento y fue realizada en andesita gris, tiene 58 centímetros de altura y pesa alrededor de 190 kilos. Esta representación conserva, en un caso inédito, parte de la pigmentación original sobre los diseños geométricos en bajorrelieve e iconográficamente.

Este descubrimiento -junto con el hallazgo en 1906, de un brasero y varios símbolos escultóricos de la ceremonia sagrada del Fuego Nuevo sobre la plataforma adosada-, podría indicar que la Pirámide del Sol fue escenario de cultos de carácter ígneo y de finales de ciclos calendáricos.

Las estelas completas de piedra verde son lisas; la primera es de 2.56 metros de largo y 955 kilos y se encontró a 4.30 metros de profundidad, mientras que la segunda es de 1.40 de alto y 300 kilos; esta última se descubrió en la primera semana de diciembre pasado, poco antes de terminar la temporada de exploración de 2012.

Para su transportación a las oficinas del proyecto de investigación, se requirió del apoyo de personal de la zona arqueológica.

Durante la temporada de exploración arqueológica, efectuada de junio a diciembre de 2012, se buscó despejar las dudas sobre el sistema constructivo y el fechamiento de la gran pirámide.

Igualmente, se enfocó en otros espacios de la pirámide, como su base, cerca de la esquina noroeste, a fin de definir el punto de contacto entre la plaza de la construcción y la muralla que rodea al edificio.

Se excavaron, además, las dos escalinatas del primer cuerpo, con el objeto de encontrar evidencia de la decoración original, encontrándose una escultura, restos del talud y del tablero original, todos del siglo V d.C.

El resto de los trabajos se enfocaron a la consolidación arquitectónica en la fachada Sur, particularmente de un muro de relleno y su talud, y en la contención de la fachada Este.

De las excavaciones se dedujo que la estructura fue concebida desde el principio con la altura que hoy podemos apreciar, cercana a los 70, aunque posteriormente fueron ampliados sus dos primeros cuerpos, aumentando así su anchura.



Anteriormente, entre 2008 y 2010, los investigadores del INAH encontraron, a través de pozos estratigráficos, tres estructuras previas a la construcción de la Pirámide del Sol y dos ricos depósitos de materiales, uno de ellos, la ofrenda de consagración del edificio que data de fines del siglo I o comienzos del II.


Huehuetéotl es la pieza más grande encontrada hasta ahora en Teotihuacan
Fuente consultada:http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2013/02/12/205446783-hallan-gran-escultura-del-dios-del-fuego-en-la-piramide-del-sol

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Conclusiones


En un principio, jamás oculté mi afán, de referirme a nuestro país como una flor que apenas era vista o cuidada por aquellos que la veían.

A lo largo de este curso, pude percatarme de que aquella visión, no podía ser más errónea.

México es apenas una semilla, semilla que ha caído de un glorioso árbol, más grande que cualquier otro, que a su vez vino de una misma semilla y cuyo ciclo de vida se ha repetido generación tras generación a lo largo de los siglos. Algunas generaciones (o arboles) más gruesos, más fuertes, más estables, más longevos que otros.

México tiene, no solo el suelo, no solo el agua, no solo el sol, no solo los nutrientes para un día crecer y ser el árbol más estable, de más frutos, y el más fuerte, si no también las raíces que nos dejan un mensaje indiscutible sobre nuestra herencia: 

De aquí soy, de aquí no me muevo, así me caiga un millón de veces.


Tlalocan



Tlalocan

Tlalocan [t͡ɬa'lokan] es el primer nivel de los mundos superiores, o trece cielos de los aztecas, que tiene cuatro compartimientos de acuerdo a las cosmografías míticas de los pueblos de habla náhuatl precolombino de México central. Destaca especialmente en la época de la Conquista relatos de la mitología azteca. 

Para los aztecas hubo trece niveles de los mundos superiores, y nueve del inframundo. En la concepción de la vida futura de la manera de la muerte de una persona determina cuál de estas capas sería su destino después de la muerte. Como el lugar de Tláloc, 9 º Señor de la Noche. Tlalocan fue contado también como el 9 º nivel del inframundo, que en la interpretación de Eduard Seler fue el bajo mundo superior en el este.

El Tlalocan nombre proviene del náhuatl, que significa "lugar de Tláloc", ya que se asocia en particular con la gran deidad mesoamericana de la lluvia y los relámpagos.

Fuente | Wikipedia

martes, 11 de diciembre de 2012

Personaje de la localidad



Realicé este dibujo basado en una foto que solicité me permitiera tomarla a este personaje característico de Mexicali.  Su persona mostraba rasgos peculiares del resto de los indigentes que deambulan por Mexicali, ya que la gente lo asociaba con personajes históricos por su parecido físico y el atuendo que portaba (que no era más que una cobija doblada) por lo que la gente le adjudicó sobrenombres como ¨El Gandhi¨, ¨El Emperador¨, ¨Sócrates¨, etc. El día que esta persona me permitió tomarle una foto, le pregunté por su nombre a lo que me respondió que no recordaba. Seguramente vivió muchas experiencias, sin embargo no indague más en su vida,  aún cuando deseaba  conocer la razón por la que se encontraba en esa situación tan miserable. Si bien, muchas personas aludieron al hecho de que esta persona lo percibían como un ser libre, pienso que la condición de indigencia es sumamente indignante para cualquier ser humano.
Posteriormente aprendí que tomar fotos a los indigentes es  una forma de exhibirlos con morbo causado desde la otredad, incluso cuando la intención es dar a conocer la situación que viven estas personas para así llamar la atención de las autoridades. No deja de ser un acto indignante, si verdaderamente uno desea ayudarlas existen otras formas más éticas para hacerlo.  Si bien, estoy presentando a la persona en cuestión a través de un dibujo, creo que de esta forma no la estoy exhibiendo  desde una condición deplorable ya que tan sólo es una representación artística.
Tiempo después leí en una nota periodística que la persona en cuestión había sido ingresado a un asilo por su propia cuenta, aquí  dejo el link para saber más de esta nota.

El Tlalocan


El Tlalocan en la mitología Náhuatl era el paraíso del dios de la lluvia, el gran Tláloc. A este sitio fértil y colmado de verdor llegaban los seres que habían fallecido en algún acontecimiento de cualquier naturaleza, pero relacionado con el agua, por ejemplo, los ahogados o aquellos quienes murieron a consecuencia del contacto fulminante de un rayo. El Tlalocan era aun lugar de sortilegio que se encontraba rumbo al Oriente, región donde abundaban los alimentos,  territorios donde los habitantes dichosos parecían estar siempre en dicha plena, saciada y alegre entre danzas y cantos. En un famoso fresco de Teotihuacán, se representa este lugar de otredades exquisitas y bienaventuranzas sin límites.  En el Tlalocan se recibían a los desdichados que perdían la vida por causa de la lepra. El Tlalocan es en esencia un enclave apacible, repleto de vegetación en donde crecen toda clase de árboles frutales, también maíz, chía, frijoles y otras maravillas. La vida allí es plenamente feliz.
Se guardan descripciones de esta divina morada del dios Tláloc junto a Huitzilopochtli, ello gracias a los escritos hechos por el padre Sahagún de testimonios que escuchara en palabras de los propios indígenas mesoamericanos.  Este era el hogar del dios Tláloc, aquí mora con sus ayudantes, los Tlaloques, geniecillos que se concentran en las cuatro esquinas del mundo y donde se afanan para sostener unos jarros donde se concentran diferentes tipos de lluvia, las que brindaban prósperas cosechas, las que las malograban, las que generaban heladas, las que producían tormentas, etc. En el instante en que los Tlaloques chocaban sus recipientes, éstos generaban truenos y cuando las impactaban hasta romperlas se suscitaban pavorosos rayos.
Tláloc siempre vigilante de esto, con su máscara de anteojos de serpientes entrelazadas, su rostro pintado de amarillo triste, su ropa adornada de gotas de hule, gotas de lluvia en símbolo. Y sus enormes fauces bestiales formando una entrada secreta al inframundo, algo que bien advirtieron los Olmecas en sus representaciones de este numen (espíritu): la ruta al paraíso también lleva al infierno.




Contemporanización de Pieza