Uno de los más dolorosos fenómenos en México el de la estructura de clases sociales, el del otro que por un con- junto de signos que no se reducen a la raza o la etnia deja de ser gente como uno. Un fenómeno en dónde la imagen tiene un papel preponderante y cuya mención es incomada para TODOS por igual. Una rígida estructura de clases aunada a una pobreza extrema a marcado la tragedia de las naciones latinoamericanas y retrasado los procesos de equidad y democracia. También ha trastocado la psicología social e individual por medio de un complicado patron de diferenciación social y segregación vedada que tiene su primer orígen en la familia.
El orígen de esta diferenciación no es sólo por raza o etnia, sino por una lectura muy compleja de formas de serse. El vestido, el habla, los manerismos, el caminar, y un sin fin de otros signos se unen para que los mexicanos nos etiquetemos los unos a los otros, definiendo de esta manera todo un proceso de comunicación y relaciones interpersonales. El punto de partida para explicar la vinculación de la imagen y la construcciones histórica de percepción del otro que he seleccionado, es el fenómeno pictórico colonial conocido como Pintura de Castas.
El nuevo colonizador vino sin sus familias al Nuevo Mundo, forzándo de esta manera, un complejo proceso de cambio cultural y racial que dío orígen a un sistema de castas. La fascinación de este proceso tuvo influencia en un estilo pictórico que conocemos como Pintura de Castas. La Pintura de Castas es un movimiento pictórico “...del período colonial que sirve como testimonio de la mezcla de razas y grupos étnicos –del más claro al más obscuro-...” Esta clasifica- ción pictórica no sólo describía a la población de la Nueva España en términos del color de la piel y los razgos faciales, sino también a través de su profesión, vestuario y entorno. Se trata de cuadros que narran a través de bellísimos retratos familiares escenas multi-signos que describen la vida cotidiana y social de la colonia.
Paul Ricour afirma: “La realidad, (...) no se puede contar ni repetir. Lo único que se puede hacer con la realidad es inventarla de Nuevo.”3 Este sentir de la corriente hermeneutica afirma que un momento histórico debe de analizarse en el marco del contexto que lo origino. De tal modo que ante la enorme evidencia de textos, pinturas, tratados y ordenan- zas que la historia nos ofrece sobre la obseción por el status social en la colonia es imposible negar que este existió y que de algún modo el arte lo recoge.
Tanto en la Pintura de Castas como en la realidad, los españoles penínsulares establecen su superioridad y su “limpieza de sangre”. De tal manera que desde el inicio, el otro, es decir el indio, es el desarraigado. Y el español buscará siempre formas de refrendar su hispanidad y así lo dejan claras las Cartas de Emigrantes a Indias de 1540-1616; “En está tierra los que son limpios y no tienen manchas los tienen por gente noble.”
La Pintura de Castas comienza a recoger todos los pre- juicios sociales. De unos cuadros familiares perfectos, llenos de armonía que podrían dar la idea de una sociedad perfecta, se pasa a unos más cotidianos en donde cuando aparece la mezcla con indígena o con negro se nota la “degeneración” obligada por el mestizaje. En ellos ya hay violencia, alcoholismo, hasta asesinatos, refrendando de éste modo lo incluído en las Cartas de Emigrantes, fortale- ciendo el prejuicio y haciéndolo una verdad persistente.
Fuentes:
La Pintura de Castas; un acercamiento histórico al proceso de diseño de imágen para entender la diferenciación social en México
Fernando E. Bermúdez Barreiro
Enrique Lopez
Enrique Lopez
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