viernes, 16 de septiembre de 2011

Tlalocan

Monica E. Gasca

Tlalocan
En la antigüedad, las culturas indígenas, comprendían aquello natural como algo sagrado, y le daban tal trato. Era un honor para ellos poder contar con la ayuda del agua, del sol, de la luna, etc.

En la cultura náhuatl, Tláloc, el dios de la lluvia, es una deidad que brinda lo necesario para vivir. A él se debe la lluvia, y en consecuencia los campos, la fertilización, el brote de las plantas, aunque así mismo tiene en su poder el control de las lluvias, los huracanes, las tormentas, el granizo. Por ello, el hombre debe directamente su supervivencia a él.
Desde el Tlalocán, , brinda al hombre lo necesario para la vida con ayuda de sus auxiliares los Tlaloques.
Según diversas fuentes, tradiciones e incluso interpretaciones:

El Tlalocán se ubica en diferentes lugares. En el cielo se encuentra junto a la luna en el primer piso celeste y es la idea más cercana al agricultor, pues en él se hallan las nubes, de donde surgen las lluvias, los vientos y el granizo.
El Tlalocan de oriente pudiera ser la síntesis del lugar ideal para los antiguos prehispánicos: está próximo al agua, junto a las costas, para mantenerse siempre verde y con lluvias frecuentes, en un lugar que -a ciertas horas y en determinadas épocas del año- predomina la neblina, las tierras son muy fértiles y abundosas, y se dan las más preciadas flores y frutos, así como diversas especies de animales.
El Tlalocan del mundo subterráneo o inframundo es la versión más frecuente y difundida en el pensamiento mesoamericano y es descrito como la parte alternativa a donde se van las ánimas de los difuntos, es el paraíso terrenal. Se concibe como una montaña formada externamente por tierra, pero hueca como una vasija llena de agua que aflora en la superficie formando manantiales, ríos y lagos; su interior está pleno de frutos y flores perennes en una eterna estación productiva

El Tlalocán es un lugar lleno de energía, vida, misterio, grandeza y es un paraíso, que brinda al hombre lo necesario para la supervivencia, quienes según sus méritos podrán recibir por medio de los Tlaloques, las fuerzas del crecimiento, las semillas, vegetación y agua.
Según la creencia indígena cada 52 años, la naturaleza demanda una regeneración que ellos llevan a cabo con la ceremonia del fuego nuevo. Un rito mágico de muerte, renovación y renacimiento en donde se evoca la primera salida del sol, que representa el mundo que por lo menos durante ese tiempo no se extinguirá.

http://sintesis.lacoctelera.net/post/2006/05/22/tlalocan
Ana R. Rentería Lópezlena

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